Hablar de las virtudes públicas es como una denuncia de la virtud privada, intimista y beata, que nos ha ido metiendo cada vez más abajo en el pozo sin fondo de nuestro yo.En ese pozo no hay redención solidaria del ser humano. Se impone, pues, devolverle a la virtud protagonismo social y político. ¿Acaso no es más beneficioso mejorar la ciudad que el individuo?. Entonces no pongamos tanta énfasis en las virtudes privadas que ya poseemos y dispongámonos a adquirir las públicas que nos faltan. Así se expresaba Ortega en una conferencia impartida a los jóvenes en el Ateneo madrileño el 15 de octubre de 1909. En ella lo animaba a reconstruir la nación.Y cuando constata la carencia de dichas virtudes, se revela diciendo: me conformo con que nuestros abuelos no nos hayan dejado en herencia riquezas, pero les reprocho que no nos hayan dejado en herencia ni ideas ni virtudes públicas.